"Hay progreso" pero "no hay acuerdo": así dejó Putin a Trump sin nada en su alfombra roja

Vladimir Putin, el hombre que ha arrasado el este de Ucrania y bombardea cada noche edificios de apartamentos, tuvo su alfombra roja en EEUU. Pero Donald Trump, el artista de la negociación, no tuvo su trato. Ni concesiones, ni promesas, ni nada que se le parezca. "No hay acuerdo hasta que hay acuerdo", fue la frase consolación que el magnate dejó para la historia en Alaska tras la primera reunión presencial de los presidentes desde que empezó la invasión a gran escala de Ucrania. Fue un día para la historia: Putin seguirá matando ucranianos para liberarlos del 'nazismo', pero al menos EEUU y Rusia han hecho las paces.
Las conversaciones duraron más de dos horas y media. Empezaron con un inaudito "¡querido vecino!" de un Putin sonriente a pie de pista, dispuesto a hablar en inglés pero no a moverse un ápice de sus exigencias maximalistas de resolver las "causas profundas del conflicto", la fórmula que encapsula unas condiciones inaceptables para Occidente, como la retirada de la OTAN de Europa Central, el desarme de Ucrania y la instauración en Kiev de un régimen favorable a Moscú. Tal y como deseaba Putin, Ucrania no estaba invitada a la cumbre, pero aun así el líder ruso señaló que Kiev podría "torpedear" mediante provocaciones o intrigas entre bastidores un acuerdo de paz del que ayer nada se supo. Tras el encuentro Trump se sumaría a esta narrativa: no arrancó ni un solo compromiso de Putin, pero se fue a casa afirmando que el líder ruso "quiere resolver el problema" y que "ahora le corresponde realmente al presidente Zelenski hacerlo".
Putin y Trump comparecieron ante la prensa y leyeron sus declaraciones: contraviniendo las normas respecto al anfitrión, el líder ruso habló primero, unos ocho minutos; el presidente estadounidense, menos de cuatro. "Aún no lo hemos logrado, pero hemos avanzado un poco", dijo Trump ante unos periodistas ansiosos por saber en qué. Ya en los primeros minutos de la comparecencia tras la histórica cumbre cundió el desconcierto. Trump se refirió indirectamente al "acuerdo" en algunos puntos que no reveló, pero admitió que no había coincidencia en otros, que tampoco explicó. Putin afirmó que habían llegado a un "entendimiento", pero nadie entendió nada.
No aceptaron preguntas y el programa de la cumbre se acortó de manera abrupta. Inicialmente, tras la reunión de los presidentes, se preveía un almuerzo de trabajo con un formato más amplio -cinco personas a cada lado- pero Putin y Trump se despidieron oficialmente en el escenario. El presidente estadounidense expresó su deseo de volver a ver a Putin pronto, a lo que Putin preguntó en inglés: "¿La próxima vez en Moscú?".
Fue, según Trump, una reunión "fantástica" que acabó sin acuerdo para poner fin a esa guerra que siempre califica de "horrible". Trump, tal vez consciente de que había sacado del aislamiento impuesto por Occidente a un criminal de guerra sin poder exhibir un solo avance, aseguró que las partes habían "logrado avances significativos" sin decir cuáles y reiteró su confianza en que Putin quería poner fin a la guerra.
La reunión fue la apuesta diplomática más importante de Trump en lo que lleva de mandato, y dejó una extraña sensación de vacío. En los días previos se había mencionado posibles tratos al margen de Ucrania: comerciales, diplomáticos o incluso de armas nucleares. Asideros bilaterales para evitar marcharse a casa entre la polvareda del fracaso. Pero ni siquiera los frutos más fáciles o cínicos acabaron en la cesta.
Trump ha jugado a hacer lo contrario que Biden, pero de momento no ha sucedido lo contrario que sucedió con Biden. Putin no se comprometió públicamente ningún tipo de alto el fuego en Ucrania y, sin embargo, fue tratado como el líder con el que el mundo tiene que contar a partir de ahora. Las sanciones esgrimidas recientemente para castigar su inmovilismo quedan postergadas ante la especulación de posibles avances futuros.
Ante una prensa vociferante que -para su sorpresa- osó preguntarle por sus matanzas, Putin afirmó que las conversaciones se desarrollaron en un "ambiente constructivo" y que la guerra no habría comenzado si Trump hubiera sido presidente en 2022. Trump escuchó con mansa satisfacción: repite casi a diario que ésta es "la guerra de Biden", pero otra cosa muy distinta es que Trump pueda ponerle fin.
Putin lo tenía fácil: le dio a Trump la razón, pero nada más. Parece que fue suficiente.
Las mentiras rusasLa fase en la que Occidente creía en frenar a Rusia por las malas ha terminado. El proyecto ruso de imponer a Ucrania otro modelo de país y otras fronteras continúa. Las conversaciones de paz seguirán, y también una guerra que Putin ahora parece más convencido de poder ganar: entre ultimatums fallidos a Moscú, halagos a Putin y cacareo de mentiras rusas -como que Volodimir Zelenski empezó la guerra- lo sustantivo para el Kremlin es que Donald Trump lleva ocho meses frenando el apoyo militar a Ucrania y las sanciones a Rusia. Con el nuevo enfoque Moscú está matando civiles ucranianos de manera más eficaz por las noches, y logrando progresivos avances en el frente a pesar de su maltrecha economía y diezmado ejército.
Cuando un periodista le preguntó a Putin si dejaría de matar civiles, sonrió con sorna y se señaló la oreja, como si no pudiera oír la pregunta. El líder ruso se encuentra bajo sanciones estadounidenses y afronta una orden de arresto internacional por crímenes de guerra. Aun así, el ambiente era extraordinario en este séptimo encuentro presencial entre Trump y Putin, el primero del segundo mandato del estadounidense.
El empresario inmobiliario creyó impresionar al agente ruso con el muy simbólico vuelo rasante de unos aviones sobre sus cabezas: un bombardero B-2, puntal de la disuasión nuclear estadounidense, y los aviones de combate que suelen desplegarse para interceptar cazas rusos que violan el espacio aéreo. Incluso lo invitó a viajar con él en la limusina presidencial rumbo a su reunión: las cámaras captaron a Putin, buscado por La Haya, riendo al otro lado del cristal blindado. "Siempre he tenido una relación fantástica", dijo "con Vladimir". "El presidente Trump y yo hemos establecido un contacto muy bueno, profesional y de confianza", correspondió el ex agente del KGB.
Trump llegó al cargo prometiendo poner fin a la guerra en Ucrania en 24 horas. La reunión, organizada apresuradamente en Alaska después de una opaca oferta del emisario de la Casa Blanca en Moscú la semana pasada, pretendía romper el estancamiento en el proceso. Sólo rompió el aislamiento ruso, y el estancamiento fue tan palmario que la sala de prensa de la cumbre más importante del año quedó huérfana de titular.
Los funcionarios estadounidenses no informaron con detalles extra a la prensa, como suele ocurrir inmediatamente después de este tipo de reuniones. La delegación rusa, que había desembarcado en Alaska con el 'troleo' del ministro de Exteriores, Serguei Lavrov, vistiendo una sudadera con la siglas de la URSS en cirílico, volvió a casa con una pátina de criminal rehabilitado ante la sociedad que de momento seguirá matando por un tiempo. El único precio que tuvieron que pagar los rusos fue halagar un poco a Trump. En una entrevista posterior con su cadena favorita, 'Fox News', Trump se confesó "muy contento" de escuchar a Putin decir que la invasión no habría ocurrido bajo su mando. Aunque no esgrimió resultados, se felicitó por una buena cita: "La reunión fue un 10 en el sentido de que nos llevamos de maravilla".
Cuando al despedirse Putin le propuso, en inglés, delante de todos, verse la próxima vez en Moscú, Trump se sintió tentado, y la única contraindicación que cruzó su mente es lo que podrían decir de él: "Oh, qué interesante. No sé. Me van a criticar un poco, pero creo que podría pasar".
El desenlace fue una enmienda a sus toneladas de mensajes previos con los que suele inundar la cancha informativa. En los días anteriores aumentó y rebajó expectativas, presentando la cita como una sesión de diálogo para determinar si la paz era posible, pero a la que estaba dispuesto a invitar después a Zelenski a reunirse directamente con Putin, una idea que nunca ha gustado al presidente ruso y que Trump no quiso tocar ante la prensa en presencia del zar. "Quiero ver un alto el fuego rápidamente" había dicho Trump, pero tampoco se lo recordó a Putin en público. Había avisado de que impondría "severas consecuencias" si Rusia se resistía a detener los combates, pero la única reacción ante la falta de compromiso fue una melosa referencia a una segunda cita.
Trump ya había avisado de que se iría antes del final de la reunión si no iba bien. Y se marchó acortando la cumbre diciendo que todo había ido estupendamente.
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